Forn Sant Francesc:
el valor de la tradición
Forn Sant Francesc:
el valor de la tradición
Con más de 100 años de tradición familiar a sus espaldas, Joan Seguí nos habla de las recetas de sus abuelos, del respeto a los ingredientes y a la masa, de cómo es trabajar con un horno de leña moruno... Y también de Instagram.
Perteneces a una familia de artesanos que lleva más de 100 años dedicada a la panadería y a la pastelería, ¿Se podría decir que lleváis el pan en los genes?
Somos la quinta generación al frente del Forn Sant Francesc, pero creo que fue el destino y el tema sentimental lo que nos hizo continuar este tradicional oficio.
En un principio no me gustaba la idea. Vivíamos justo encima, veía el negocio cada día y ayudaba a mis padres siempre que era necesario. Sabía lo sacrificado y esclavo que era, y uno siempre quiere o desea algo mejor o menos laborioso. Pero llegó el momento de la jubilación de mis padres y, gracias al empuje de Maria, mi mujer, decidimos continuar el negocio familiar. Dejamos nuestros respectivos trabajos y nos pusimos al frente, siempre bajo la atenta mirada de mis padres, que no dejaron que hiciéramos nada mal.
Hasta hoy, nuestro objetivo ha sido mantener la auténtica esencia de las recetas de toda la vida, elaboradas artesanalmente, e ir modernizando las instalaciones para mejorar el producto y cuidar al cliente, ampliando el obrador, algunas máquinas que facilitan el trabajo... Y sobre todo, cuidar el gran equipo humano que hemos ido consolidando con el tiempo, sin el cual nada sería posible.
El Forn Sant Francesc es toda una referencia en Mallorca, ¿cuál crees que es el motivo de vuestro éxito?
El Forn siempre ha tenido una buena reputación dentro de la ciudad, pero fue la llegada de las redes sociales y el boca a boca quien ha hecho el resto.
Nosotros mantenemos los mínimos de calidad que creemos básicos para que el consumidor disfrute lo que se lleva a la boca y tenga ganas de repetir o de recomendarnos. Tenemos claro que, si es bonito pero no está bueno, no volverán. Pero si, en cambio, lo que están degustando cumple sus expectativas, repetirán.
Para ello respetamos las recetas de nuestros bisabuelos adaptadas siempre a la materia prima que tenemos en la actualidad, utilizamos productos de proximidad y de temporada, respetamos los tiempos de elaboración y fermentación y ofrecemos un producto fresco a diario. Por eso también tenemos una producción limitada, ya que es un trabajo artesanal. Suponemos que el conjunto hace que tengamos muchos clientes fieles que son los que al final te otorgan el éxito.
Desde que hace más de 10 años te pusiste al frente del negocio junto a tu mujer y habéis recuperado algunas recetas que habían quedado en el olvido. ¿Cómo ha sido esta labor de recuperación?
Llevamos 14 años al frente y nuestra labor ha sido mejorar las recetas que ya había, que ya hacían mis abuelos y mis padres, e incorporar o adaptar nuevas a las exigencias del cliente. La recuperación ha sido fácil al contar con
la ayuda y la experiencia de mis padres, que siempre nos han dado todo el apoyo para ello.
¿Crees que el cliente valora cada vez más lo tradicional y lo artesanal?
El cliente nunca ha dejado de apreciar lo tradicional y artesanal, pero sí que cada vez se valora más, ya que la gastronomía está de moda y también intentamos comer mejor para estar y sentirnos bien. Aquí es donde el cliente busca un producto fresco, artesano y sin aditivos ni conservantes, y nosotros defendemos que así sea e intentamos mantenernos en esta línea. Esto hace que la gama de productos que ofrecemos no pueda ser tan extensa como la de un supermercado o una gran superficie, pero sí más exclusiva. Y eso es algo que el consumidor valora más que nunca.
Trabajáis con un horno de leña moruno, uno de los pocos que aún se conservan. ¿Qué características aporta a vuestros panes?
El horno de leña es el mayor tesoro que tenemos actualmente en la panadería. Tiene 70 años de antigüedad y le da unas condiciones de cocción, humedad sabor y textura al pan que ningún otro horno puede darle. Como inconveniente, es el culpable de que nos tengamos que levantar a las 3 de la madrugada, ya que no se puede programar y necesita su tiempo para ponerse a temperatura y condiciones para cocer, aparte de un mantenimiento especial.
Pan, hojaldre, pasteles, ensaimadas... ¿Con qué elaboraciones disfrutas más trabajando?
Con todas por igual, pero sobre todo con las más laboriosas como el hojaldre o las ensaimadas, ya que el proceso es largo pero muy gratificante cuando obtienes el producto final.
En 2017 recibisteis el Premio a la Mejor Ensaimada del Mundo. Cuéntanos el secreto para preparar una buena ensaimada mallorquina.
El hecho de ser seleccionados como la Mejor Ensaimada del Mundo en la primera edición del concurso cambió muchas cosas. Para nosotros fue muy ilusionante ver que, entre todos los participantes y con las mismas condiciones, nuestra ensaimada se tomaba como referencia, y especialmente en Mallorca, ya que es el postre por excelencia de la isla. Para elaborar la mejor ensaimada solo necesitas que los ingredientes sean productos frescos y de calidad y unas buenas manos que sepan trabajar la masa, respetando al máximo las diferentes fermentaciones y reposos. Solo así se consigue una buena ensaimada, como con cualquier producto.
Otra de vuestras elaboraciones estrella son los doblegats rellenos de chocolate. Dicen que son los mejores de isla...
Eso dicen... Y es algo que nos enorgullece enormemente, ya que es una receta fruto de una equivocación en la elaboración que mi bisabuela mantuvo casi en secreto, pasando desde entonces hasta hoy, y son motivo de peregrinación hasta Inca para probarlos. El otro ingrediente que llevan es este increíble chocolate vuestro, que le aporta un sabor especial que te deja con ganas de repetir.
Como usuarios de chocolates Chocovic, ¿qué valoras más de nuestra marca y de nuestros productos?
Lo que más valoramos como usuarios de Chocovic es ante todo la calidad del producto, el sabor especial y diferenciador al de otras marcas, la versatilidad, la constancia en la consistencia del producto (es siempre igual) y la resistencia al horneado, que te permite crear casi todo lo que quieras.
Recientemente has publicado el libro Forn Sant Francesc. Panadería y repostería tradicional (Col&Col Ediciones), en el que recopilas vuestras mejores recetas tradicionales, ¿cómo ha sido esta experiencia?
La experiencia de escribir un libro que nos ha brindado esta gran familia de Col&Col es una experiencia inolvidable. Fue duro el compaginar trabajo con la adaptación de las recetas para que cualquier persona desde su casa las pueda reproducir. Las sesiones de fotografías y elaboración de textos fueron unos meses durillos de doble jornada, pero tenemos que decir que una vez publicado, con la gran aceptación que ha tenido y con el feedback de la gente, ha sido y sigue siendo a diario una de las mejores experiencias que podíamos tener. Nos está demostrando que la gente nos aprecia y que valora nuestro trabajo, y además tienen la opción de reproducir lo que ven y han probado en sus propias casas. Es muy enriquecedor para nosotros como oficio tradicional.
Vuestro horno tiene más de 237.000 seguidores en Instagram, muchos más que algunas de las panaderías y pastelerías más famosas del mundo. ¿Qué se siente cuando ves que tu trabajo es seguido y admirado en todo el mundo?
La verdad es que nos sentimos muy halagados por el reconocimiento y por la admiración que recibimos a través de nuestras redes sociales, ya que no estamos haciendo nada especial para que sea así: simplemente enseñamos mediante fotos o vídeos lo que hacemos a diario, o lo que el cliente puede encargar si es de su agrado. Y lo más importante, somos transparentes, lo que ven es lo que al final se llevan a la boca, sin filtros. Queremos que lo que vean sea exactamente lo que podrán probar, por eso no adornamos la realidad. Ser leal con lo que vendes es lo más sincero que puedes hacer, para dormir tranquilo y poder dar lo mejor de ti cada día.
Por último, si visitamos Inca y pasamos por el Forn Sant Francesc, ¿qué elaboración tenemos que probar sí o sí?
Sin duda, los doblegats de chocolate o las ensaimadas, son los buques insignia de nuestra casa.
Fotografía: Martín de Arriba / Col&Col Ediciones